Hay un nuevo envase alimentario que advierte, con un cambio de color, de que un alimento se ha deteriorado y, por tanto, no es seguro para su consumo.
La tecnología de los envases alimentarios ha dado importantes frutos en los últimos años. Activos e inteligentes, estas dos formas de conservar alimentos aportan mayores garantías de seguridad y suponen para el consumidor nuevos modos de información y de conservación. En el campo de los envases inteligentes, expertos escoceses acaban de desarrollar un nuevo indicador, elaborado a partir de un "plástico inteligente", que con un cambio de color advierte de que un alimento está a punto de perder su frescura, si el envase se ha roto o está dañado, si ya ha superado la fecha límite de consumo o si no se ha conservado a la temperatura de refrigeración adecuada.
El nuevo indicador se utilizará para el envasado en atmósfera modificada, que mantiene los alimentos en condiciones especiales para prolongar su vida útil. Este sistema de envasado se utiliza cada vez más para detener el crecimiento de microorganismos patógenos y se complementa con una etiqueta donde se indica información como la frescura. Los expertos de la Universidad de Glasgow buscan ahora un sistema para no tener que añadir la etiqueta y, por tanto, reducir costes. Pero al margen de ésta, el objetivo es doble: por un lado, minimizar el riesgo de consumir alimentos en mal estado por una mala conservación y, por otro, reducir el número de alimentos que se desechan en el ámbito doméstico porque ya no están en condiciones de consumir.
El nuevo envase inteligente "comunica" al consumidor si un alimento puede ingerirse o no. Esta información llega de forma visual, con una señal clara de cuándo los alimentos empiezan a deteriorarse. Con este nuevo desarrollo, los expertos esperan poner fin a la confusión que genera información como "consumir preferentemente antes de" o "fecha de caducidad", así como informar sobre cuáles son los alimentos que deben almacenarse en la nevera.
La forma de comunicar de los envases puede basarse en dos métodos. El primero simularía los códigos de barras o los tags de identificación por radiofrecuencia. Otro se basaría en monitorizar las condiciones externas del envase para advertir, mediante indicadores visuales como el color, de posibles cambios físicos.
Las nuevas investigaciones sobre métodos sensoriales para evaluar la seguridad de los alimentos a través de los envases han llevado también a un grupo de expertos daneses a desarrollar un sistema capaz de detectar los malos olores. En este caso, el método se puede aplicar tanto a alimentos sólidos como líquidos. Los envases emiten una señal que desvela que se ha experimentado un cambio en el estado de los alimentos. Factores como la seguridad alimentaria, la trazabilidad e, incluso, el desperdicio de alimentos impulsan el desarrollo de los envases inteligentes, que aportan una información extra al consumidor, y de los envases activos, capaces de interactuar con el alimento para mejorar sus cualidades organolépticas y su seguridad.